sábado, 21 de octubre de 2017

PRÓXIMAMENTE

Desde Electroestático 2.0, queremos dar a todos los oyentes un cordial saludo en esta vuelta a la degustación por la música.
En breve pondremos en marcha, un espacio en el que la verdadera intención no es otra que, la de descubrir momentos en los que esos temas nos llevan a experimentar algo que tan solo la música consigue y, que cada individuo lo consume de forma particular.
Esta vez se trata de un pequeño recorrido a través de 10 instantes, capaces de alterar nuestra somnolencia y originar que la electricidad, comience a funcionar alrededor de nuestro cuerpo, dotándole de una energía un tanto especial.
No queremos hacerlo ni excesivamente largo, ni tan reducido como para no llegar a la complicidad por saborear cada segundo de esos 10 tracks que irán sonando sucesivamente.
Y queremos también, que nada distraiga la atención, ni la escucha de un solo tirón, por lo que la música y nada más que la música será la verdadera protagonista.
También pretendemos que a la finalización del programa, nos digáis cual es el tema que más os ha gustado, impactado u os haya emocionado, haciendo así una lista con las canciones que generan más efecto en vosotros, los oyentes.
La ilusión permanece intacta, la colaboración no impedirá que continuemos haciendo lo que más nos gusta.... devorar, descubrir  música y, compartirla con todos.

"Os esperamos muy pronto"

viernes, 20 de octubre de 2017

BUNBURY "EXPECTATIVAS" (DISCO RECOMENDADO)









EXPECTATIVAS
Dinamita inteligente contra la Alienación

Por Jesus Úbeda
Publica Enrique Bunbury (Zaragoza, 1967) su disco más carnívoro, feroz y diagnosticador. Expectativas (OCESA / Warner, 2017) es la banda sonora de una distopía que ha mutado en realidad, que se conjuga en presente de indicativo y que, a primera vista, carece de fecha de caducidad. En las once canciones que conforman su nuevo álbum, el compositor nos ubica en un ecosistema tan atroz como el que aparece en Un mundo feliz de Huxley, en 1984 de Orwell, o, desde un punto de vista musical, en el Diamond Dogs de Bowie, sólo que, en lugar de recurrir a la fabulación, el músico canta basándose en lo que ve, en lo que lee, en lo que vive.
No es la primera vez que Bunbury se muestra crítico con nuestra sociedad. A lo largo de sus ya más de treinta incontestables años de biografía musical, en los que ha encumbrado y ha dotado de vanguardia, intelectualismo y vida al rock en español, ya sea en solitario, ya con Héroes del Silencio, el Gran Mutante nos ha brindado joyas como "Deshacer el mundo", "Mundo feliz", "Anidando liendres" o "Todos lo haremos mejor en el futuro". Su anterior álbum de estudio, Palosanto, era una panorámica poliédrica de un momento de cambio social efervescente, apasionante y, según en qué casos, esperanzador. Expectativas es el heredero lógico de este disco. Resulta que el escenario del día siguiente no se ha revelado como mejor, y no ya sólo por culpa de las élites –que también: "La mano que me alimenta / es la mano que me va a golpear", canta en "Al filo de un cuchillo"; "Intentan desplumar nuestras alas / como si fueran un casino de Las Vegas", en "Parecemos tontos"-, sino porque el hombre-masa se ha corrompido, envilecido, homogeneizado y, en definitiva, alienado.
Expectativas se divide en dos partes: en la primera, compuesta por las seis primeras canciones, encontramos a un Bunbury que zarandea, que señala al grupo que nos incluye, que dispara a discreción contra la mediocridad, contra la idiotez, contra el cainismo y contra el crimen; en la segunda, con las cinco piezas restantes, el yo se erige protagonista y destila autoridad –no autoritarismo, ojo-, personalidad, rebeldía y hasta ofrece consuelo –"La constante"-. El trabajo, producido por el propio Bunbury y grabado con Los Santos Inocentes más el exquisito saxofón de Santiago del Campo –ex de Los Especialistas-, suena contundente, elegante, tenebroso. Puede que sea el disco más abrumador del zaragozano, el que menos escapatorias ofrece y el que más se parezca a un clamor. En Expectativas, Bunbury recrudece el ‘sonido Palosanto’ y nos ofrece un bufé de sintetizadores –de los 70 y de los 80, como el mini Moog, el Prophet y el Juno-60-, de mellotron, de guitarras distorsionadas y sutiles y de ritmos firmes y agresivos.
"La ceremonia de la confusión", de hecho, funciona a la perfección como enlace sonoro con Palosanto. El artista nos ubica en "un hervidero de pensamientos", donde el cerebro se manifiesta como un laberinto "en un nido de especulaciones", se educa para la programación y se acumulan "datos tontos". La canción es un punto de partida perfecto, una descripción precisa del lugar en donde nos vamos a mover y una exhibición del discurso musical que vertebra la obra. Envuelta en una melodía urgente y que invita al rugido, "La actitud correcta" es un cañonazo satírico contra el presunto buen ciudadano, contra el tipo de perfil, bajo, gris, uniformado y, ay, pobre: "Te falta ese no sé qué / que no sé lo que es / y es lo único que importa". Bunbury aprovecha y arrastra esta crítica a la música: "Citas grupos que están de moda / y tu nuevo disco será la hostia. / Más guitarra y más sintetizador, / seguro que me suena la misma canción".
"Cuna de Caín" tiene todas las papeletas para convertirse en un himno. Su melodía conjuga belleza, dolor y estremecimiento; en la letra, Bunbury rechaza un aprendizaje, un hogar, los juegos de villanos, "los clichés de la paranoia / de quien en todo quiere ver / enemigos que vencer / y ya no se hable más, / ya no me interesa". El estribillo es poderosísimo: "Cuna de Caín y guerra civil / entre hermanos, de la mano / nos hacemos daño / siempre que nos encontramos".
"En bandeja de plata", musicalmente, es un leopardo al acecho: avanza con sigilo, aumenta su energía a medida que avanza la estrofa y salta a la yugular en el estribillo. Bunbury vuelve a enseñar los dientes: "Pudiendo escoger entre dos o tres / preferimos al más subnormal". Sin rodeos. El votante también tiene su culpa: "Nada ocurre por casualidad, / no puede un retrasado mental / estar al frente de todo". El chiste no tiene gracia alguna…, aunque el mecanismo no es limpio del todo: "Ninguna oportunidad me ofrecieron en bandeja de plata".
Sin ser en absoluto inofensiva, "Parecemos tontos" relaja el torbellino musical. Suena íntima, nocturna, como cantada desde la orilla de un río contaminado. Pese a que los malos manejan "marionetas de agua a la deriva", asoma la esperanza: "No conseguirán engañarnos a todos / aunque a veces parecemos tontos". Esta primera parte del álbum concluye con "Lugares comunes, frases hechas", pegadiza, hasta bailable, con un barniz musical que recuerda al Reflektor de Arcade Fire, y sin rastro de piedad frente al pensamiento único –"Escucha a todo el mundo / repetir la misma opinión / leída en la prensa"- y el linchamiento –"Lapidamos porque molamos, / es la cadena del váter como una revelación"-.
Por la misma senda sonora transita "Al filo de un cuchillo", aunque, como ya hemos señalado, aquí el discurso cambia, pasando del "Yo (os) acuso" al "Yo estoy", al "Yo hago". El cantante pertenece a un lugar donde la seguridad total se halla "al filo de un cuchillo", sin saber callar, sólo obedeciendo. Sin embargo, éste se rebela en "Bartleby (Mis dominios)", inspirada en un relato de Herman Melville. Sobre un ritmo militar, Bunbury justifica que ya ha cumplido su deber, y subraya que un hombre precisa "el tiempo indispensable" para "no ver más televisión / y dejar de atender a la actualidad". Reivindica el derecho a la desconexión de un entorno putrefacto, dando un puñetazo en la mesa.
En "Mi libertad" suena algo más tranquila, aunque mantiene la tensión del disco y esa sensación de que, en cualquier momento, la canción te puede agarrar del cuello. De hecho, lo hace: “La calle va por dentro / y no tienes ni puta idea de rocanrol”. Además, encontramos toda una declaración de intenciones: "Seré un anarquista pragmático / accidentalmente a propósito". Y en "La constante", con una melodía hermosísima, envolvente e hipnótica, Bunbury encuentra en el amor verdadero un oasis, un salvavidas. La canción aporta luz, consuelo y curación: en mitad de tanta basura, de tanta gentuza, de tanta devastación, hay un refugio, un brote de felicidad, una esperanza para seguir adelante. Agradecido, el artista confiesa a viva voz un sentimiento verdadero, voluntario, en carne viva: "Hoy te elijo a ti para estar en mi vida, / te elijo cada día, consciente y libremente". El final es sublime. Es otra pieza que huele a himno.
Expectativas concluye con "Supongo", un retorno sonoro y conceptual a las tinieblas, a las arenas movedizas, al estar con el agua al cuello, aunque el estribillo es una mano tendida: "Si te abrazo, no tengas miedo. / Nada lo sé de cierto, / todo lo sé de supongo. / El mundo se encarga de asesinar tus sueños". También es un canto contra el fanatismo y las verdades absolutas. Y su final se torna solemne, trascendente.
En definitiva, con Expectativas, Enrique Bunbury ofrece un disco ambicioso, vibrante, implacable y hermoso. Es una pintura negra goyesca en la que, levemente, asoma la salvación. Sus once canciones son un ejercicio inteligente, crítico y crudo de belleza y arte, a pesar del –aunque, siendo cínico, cabría apuntar un gracias a- esperpento totalitario y cotidiano. Sin duda, este trabajo se encuentra entre sus obras fundamentales. No hay mejor manual para sobrevivir a la ceremonia de la confusión, esa que se celebra en nuestro día a día.

jueves, 12 de octubre de 2017

ESPERANDO.





....no es lo mismo
pasaba por aquí... y he visto luces
pero tranquilo, te vas a divertir
cuando lo escuches.
Sólo cuando tengas todo y no te haga feliz
sólo entonces voy a estar ahí......

                                              33 r.p.m.